En la cuaresma debe empezar nuestra conversión

04.04.2014 20:11

La conversión es la condición para entrar, recibir, y acoger el Reino de Dios. Implica un cambio de camino, de mentalidad, de forma de vivir, de pensar, de creer, de amar. Envuelve y transforma todas las dimensiones de la vida. La conversión es, fundamentalmente, un cambio de actitud que nace de adentro y se expresa en la vida concreta, viviendo según la escala de valores y las opciones del Reino. Quien se convierte no puede seguir viviendo de la misma manera que antes; si su vida no transparenta ese cambio, la conversión no existe, es una farsa.

La conversión es nuestra respuesta a la presencia del Reino actuante ya en este mundo. Con nuestra forma de ser, de pensar, de elegir opciones (en la vida toda, social, política, económica, familiar...) y de actuar de acuerdo a esas opciones, estamos diciendo sí o no a la presencia del Reino. La conversión es el vuelco conmocionado que podemos dar si nos encontramos con Jesús y somos capaces de reconocerlo y seguirlo, fieles a sus opciones. La conversión nos debe sacudir, "movernos el piso", hacernos cuestionar (delante de Dios) los criterios, las expectativas, los valores que mueven nuestra vida.

 

 

 

La conversión es la medida de nuestra adhesión a Jesús y a la Causa por la cual vivió, murió y resucitó: el Reino de Dios.

 En la Biblia principalmente son los profetas quienes nos hablan de las exigencias de la conversión. Con una tenacidad a toda prueba, sus enseñanzas van abriendo el camino para comprender qué es lo que verdaderamente importa a los ojos de Dios. Se esforzaban por recordar la verdadera imagen de Dios, para que el pueblo no equivocase el camino y pusiera su esperanza en falsos dioses.

Actualmente su mensaje sigue vigente y cuestionador.

Leamos, a modo de ejemplo ilustrativo, a Isaías 58, 1-10. En este texto aparece con claridad la contradicción entre una religión ritualista, externa, cimentada sobre actos exteriores al corazón, y la verdadera, que agrada al Señor y tiene su fundamento en el amor solidario y comprometido con el prójimo que sufre.

La verdadera conversión pasa por el cambio en nuestras relaciones con Dios y con los demás: "¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, si no ama a su hermano, a quien ve?" (1 Jn. 4, 20).

Los profetas señalan con claridad y coraje la relación que existe entre cambiar de vida y volverse a Dios, y el compromiso eficaz por la justicia y la solidaridad.

Leamos otro pasaje de Isaías:                                     

Isaías 1, 15-18

Nuevamente se aprecia el interés del profeta por subrayar que a Dios no se llega con prácticas exteriores, por más piadosas que éstas sean, sino que el verdadero acceso es a través del amor concreto a los demás, en la búsqueda de la justicia.

 

 

 

Testimonios de conversión:

 

La conversión de Zaqueo

"Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos. El quería ver quien era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: 'Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.' Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: 'Se ha ido a alojar en casa de un pecador'. Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: 'Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más'. Y Jesús le dijo: 'Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.' "

Lc. 19, 1-10

 

 

 

La parábola del Hijo Pródigo o del padre Misericordioso

"Jesús dijo también: 'Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comnenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de habre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Entonces partió y volvió a la casa de su padre.

Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo.' Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Triagan el ternero engordado y matenlo. Comamos y festejemos, poruq mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta.

El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar al ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió a rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!' Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.' "

Lc. 15, 11-32

 

Fuente:Donbosco.es