A JESÚS por MARIA
El hecho de que María es la Madre de Dios, de Cristo, no lo podemos dudar, pues es también un dogma de fe, proclamado en Efeso en el año 431. Además en los Evangelios es llamada “la Madre de Jesús”. Cuando visita a Isabel, su prima, es aclamada por ella como “la Madre de mi Señor”, antes de que naciera, Jesús, a quien concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.
La Iglesia enseña que Cristo es el Hijo de María, así como cualquier madre le da todo lo que tiene a su hijo, así Ella le dio su naturaleza humana. Pero, María no solamente es Madre de Cristo, en cuánto hombre, sino que también, en cuanto que Él es persona divina, la segunda persona de la Santísima Trinidad.
Sabemos que para Dios todo es posible, por lo que el Hijo pudo encarnarse en un momento determinado en una persona adulta, pero no fue así. La Revelación nos dice que Él quiso venir al mundo de mujer, pasando por todo el proceso de gestación al igual que cualquier otro hombre. Su proceso de desarrollo en el seno materno fue exactamente igual al de cualquiera de nosotros.
- María como Madre de Jesús
Los Evangelios no nos dicen mucho sobre María. Pero por las pocas referencias que aparecen en ellos, sabemos que Ella fue la Madre por excelencia. No ha habido, ni hay, ni habrá otra madre como Ella.
Cuando el ángel se le aparece a José y le dice que deben de huir a Egipto, porque Herodes había mandado a matar a todos los niños menores de dos años, Ella no pone objeción alguna, pues sabe que ante todo estaba su Hijo.
A su regreso, en Nazaret, se ocupó de todo lo que era su responsabilidad, atendía a José, limpiaba la casa, es decir, no hacía nada espectacular. María siempre fue muy humilde y sencilla, virtudes que todos debemos imitar. Cuidando a su Hijo, atendiéndolo, enseñándole cosas. No olvidemos que en lo referente a sus padres “les estaba sujeto”.
María amó más a Jesús que toda la humanidad. Ella no sólo veía en Él a su Hijo, sino que también veía a su Dios. Amó a su Hijo por toda la humanidad. Su deseo más ardiente fue y seguirá siendo el dar a Cristo a los hombres.
Ella no conocía todo lo que iba a suceder, pero como dice el Evangelio: “todo lo meditaba y lo guardaba en su corazón”. Fue descubriéndolo poco a poco. El Evangelio siempre nos la presenta meditando y reflexionando en las cosas de Dios. Esa interioridad fue la que le permitió decir “Sí” al ángel y la que le ayudó a ser Madre de Cristo, además de fortalecerla en los momentos difíciles que debería de pasar.
Podemos imaginar, que habrá sentido María cuando, a los doce años, Jesús se perdió en el templo. Ella que tanto lo amaba. Y ¿cuándo llegó el momento de que Jesús iniciara su “vida pública”? María, a pesar de que se iba a quedar sola, no dice nada, se desprende totalmente de su Hijo, sabía que era necesario para que cumpliera su misión. ¡Qué gran desprendimiento el de María! ¿Seríamos capaces de hacer lo mismo?
María nos conduce a Jesús. Es una confirmación de la de la expresión tradicional y conocida: “Por María a Jesús”
1. ¿María le hace competencia a Cristo? Si queremos entrar en este tema, tenemos que responder primero a algunos temores, algunas críticas frente a la piedad mariana: Muchos temen que María aparte de Cristo, le haga “competencia”, se coloque como “pantalla” entre Dios y nosotros.
En el origen de ese temor suelen encontrarse experiencias negativas, provocadas por prácticas desviadas de piedad Mariana, o también enfoques falsos sobre la persona de María. Pero tales temores no corresponden a la realidad querida por Dios y proclamada por la Iglesia en su vida y en su doctrina.
2. Haced lo que Él os diga. Escuchemos una palabra de Juan Pablo II sobre ello: “María estuvo de verdad unida a Jesús. No se han conservado en el Evangelio muchas palabras suyas; pero las que han quedado nos llevan de nuevo a su Hijo y a su palabra. En Caná de Galilea se dirigió a los sirvientes con estas palabras: “Hagan lo que él os diga”. Este mismo mensaje sigue diciéndonos hoy.”
“Haced lo que El os diga” son las últimas palabras de la Virgen conservadas en el Evangelio. Son, por eso, como el testamento de Ella. Y más que a los sirvientes de la boda, son palabras dirigidas a los hombres de todos los tiempos. Contienen todo el anhelo, la vivencia y la misión de María: conducirnos a la identificación con Cristo.
3. María está en el centro. Sabemos todos: María no es el centro de nuestra fe, no es la razón verdadera de nuestra confianza, no es el último fin de nuestro amor – sino Jesucristo y con Él, el Dios Trino.
Pero sentimos que Ella forma parte de los misterios centrales de nuestra fe. María. Sin ser el centro, está en el centro.
Sentimos que María, por su posición única en la historia general de la salvación, también tiene una posición peculiar en nuestra historia personal de salvación.
4. El camino normal. Podemos decir, por eso, que María es para nosotros el camino normal hacia Jesucristo. Ya los Padres de la Iglesia dijeron: El camino por el que Cristo llegó al hombre, debe ser también el camino por el que nosotros lleguemos a Cristo. Y Cristo vino a nosotros por medio de la Virgen.
Cuando, por eso, le damos a María un lugar privilegiado en nuestros corazones, y nos confiamos a su educación, entonces estamos en el camino hacia su Hijo, entonces Ella nos conduce hacia Cristo y el Dios Trino.
5. El camino más fácil, más corto, más seguro. María no sólo es el camino normal hacia Cristo. Ella es, según una palabra del Papa San Pio décimo, también el camino más fácil, más corto, más seguro hacia Cristo.
La devoción Mariana es uno de los grandes dones de Dios a nuestros pueblos: lo demuestra el gran entusiasmo con el cual se ha recibido la imagen de la Virgen en todos los lugares. Y si amamos tanto a la Virgen, estamos amando ya a Cristo.
Porque esta es una de las leyes misteriosas del amor. El verdadero amor implica e incluye el amor a todo y a todos los que ama el ser querido. Por eso, el amor a María se prolonga y se convierte – tarde o temprano – en amor a Cristo.
6. El camino más fecundo. María es también y por último, el camino más fecundo hacia Cristo. El mismo Papa San Pio décimo nos dice una palabra hermosa: “La Sma. Virgen nos regala un conocimiento vital de Cristo.”
Es el carisma de María, carisma femenino y maternal: acercar vitalmente a las personas de la Trinidad, regalarnos familiaridad con el mundo sobrenatural, hacer de la Iglesia un hogar, del hombre un hermano. Este carisma explica la fuerza y el arraigo de la devoción mariana en nuestros pueblos.
7. Ejemplo de los grandes Santos. Los grandes Santos de todos los siglos afirman y prueban con su vida la verdad y la importancia de este camino clásico POR MARÍA A JESUS.
Han sido casi sin excepción hombres y mujeres con una gran devoción Mariana. Muchos de ellos hasta se han consagrado a la Virgen y la Virgen, sin falta, los ha conducido a su hijo hacia la cumbre de la santidad.
Conclusión. Queridos hermanos, María es la tierra de encuentro con Cristo. Todo el amor que le reglamos a la Sma. Virgen, Ella lo lleva hacia el Señor. Y así nuestro amor encuentra, por medio de María, el camino más fácil, más corto, más seguro y más fecundo hacia Jesucristo y Dios.
FUENTE: CATHOLIC.net